
Si eres de los que tiene las vacaciones a la vuelta de la esquina y le teme a eso de engordar en verano, este post te puede interesar. Ante las preguntas de algunos seguidores, recupero uno de los textos que escribí en mi primer blog, Soul Kitchen, experiencias grastromusicales sobre cómo hacer frente a la alimentación durante las vacaciones.
En realidad, y pese a que nos permitimos más trasgresiones, no debería de haber mucha diferencia entre lo que comemos durante el resto del año y lo que comemos en vacaciones.
Recuerda que tu peso y tu estado de salud depende de lo que hagas durante TODO el año y unas vacaciones no deberían de alterar excesivamente tu peso. Si, además, retomas tus hábitos saludables cuando vuelvas a tu vida normal, recuperarte de las vacaciones será mucho más fácil.
Aquí os dejo una lista de “buenos propósitos grastro-dieto-vacacionales” para volver, al menos, como me te has ido. Porque sí, se puede comer, disfrutar y mantener las lorzas controladas hasta la vuelta. Ahí van unos consejillos para todo aquel que quiera aplicarse el cuento:
- Estudiarse la oferta grastronómica del lugar: y es que, si uno se prepara las rutas, los museos o los monumentos a visitar, ¿por qué no prepararse también la gastronomía “must” de la zona? Haz una lista de lo que te gustaría probar antes de salir de viaje y combina aquellos platos más ligeros, tipo ensaladas, verduras, sopas o cremas frías (¡ojo cuidado! sin salsas, ni gratinados) con segundos platos locales también ligeros. Marca los platos con más poderío calórico y consume con prudencia y sentido común aquellos que más te apetezcan probar.

- Compartir es vivir: a no ser que seas de esos que se van solos de vacaciones cargando mochila para disfrutar de la experiencia de encontrarse a un mismo, comparte con tus compañeros de viaje esos platos chorreosos de calorías y combínalos con unos entrantes frescos y ligeros. ¡Las calorías repartidas engordan menos, amiguete!

- ¡Buffet libre a la vista!!! ¡Peligro!! Warning! Meeeeccc!!! Meeeecc!! Meeeeccc!!!!!: se encienden las alarmas y las luces de las sirenas relucen en el comedor del hotel. El buffet libre es la mayor amenaza para cualquiera que luche contra los duendes del armario. Tienen esa capacidad de despertar ese gen del ansia viva que hace que te rebose el plato de huevos revueltos con bacon y podáis desayunar tú y medio hotel más. Huye del buffet libre, es el enemigo, la bruja de Hansel y Gretel que solo quiere que comas hasta que esas piernecitas se conviertan en tiernos y jugosos jamones 5Js. Pero si no te queda más remedio que caer en sus cantos de sirena, encomiéndate a Santa Rita y al plato pequeño, aplica el sentido común, recurre a lo más sano* (frutas, yogures, panes integrales, queso fresco, pavo/jamón, huevos cocidos, salmón…). Evita comer hasta que sientas que tienes un alien en el estómago, por eso de es-que-igual-luego-me-pega-el-hambre-y-no-sé-a-que-hora-voy-a-comer. Contén ese anhelo y mete una manzanita en el bolso para combatir el temido momento del gusanillo mientras estás haciendo cola para entrar en el Palacio Topkapi bajo todo el solano.

- El día que toque probar las delicias más engordantes, déjalas para la comida en lugar de la cena. No hay nada más desagradable que irse a dormir con el estómago lleno y pesado. Incluso si vas a continuar la noche, no hay nada más desagradable que irse de bailoteo con el estómago lleno y pesado.
- El tamaño sí importa, querido amigo (o amiga). Al menos cuando de comer (alimentos) se trata (ains, que me meto en un jardín erótico-festivo en cero coma!! ;P). Aquí hablamos de raciones, así que, en el buffet libre, reitero mi recomendación de utilizar platos pequeños. Si la vajilla es grande, llenar solo la mitad del recipiente puede ser una solución. Y si la ración de tu plato depende de un despiadado cocinero (primo-hermano de la bruja de Hansel y Gretel) come hasta que te quedes bien y procura no repetir. Es una pena que se tire comida, así que si la situación lo permite, pide que te pongan los restos para llevar y llévatelos a tu residencia vacacional para consumirlos posteriormente.

- La asertividad es un grado: NO tienes que decir Sí a todo. ¿Una copita más? Sí, ¿Una cucharadita más? Sí, ¿Un trocito más y así lo rematamos? Sí, ¿Reventamos todos juntos y dejamos el lugar como la matanza de Texas? Sí. Pues NO. Un “no, gracias, ya estoy bien”, es muy educado y hará que te sientas victorioso ante la amenaza tocinera, como Gretel empujando a la bruja dentro del horno donde, ésta, pretendía cocinar a los pobres hermanos.
- Visita los mercados locales y prueba sus productos frescos: si tienes la oportunidad de disponer de un sitio para cocinar (apartamento, apart-hotel, o tu misma casa de verano) aprovecha para descubrir las maravillas locales y prepararlas en casa. Si eres un guiri más que ha aprovechado el pack vuelo+hotel+mediapensión, al menos hazte con algo de fruta o frutos secos para el desayuno o los tentempiés. Te salvarán de más de una tentación.

- No te pases el día sin comer para “compensar” el fiestorro que te vas a pegar por la noche. Créeme, no funciona y terminarás poniéndote como Falete en ese peligroso buffet libre de tu hotel. O lo que es aún peor, pedirte el plato más contundente porque, claro, tienes un hambre atroz y no has comido nada en todo el día.
- Sin embargo, esto no quiere decir que no puedas “compensar” de alguna forma un exceso gastronómico: ensaladas, frutas, batidos naturales, verduras, arroces o pastas sencillos y pescados son los mejores aliados para ganarle la batalla al zampabollos que llevamos dentro en el día después.

- Y el consejo que tanto sirve para no engordar en verano, como el resto del año: muévete. Si visitas una ciudad haz la mayoría de desplazamientos andando y en transporte público. Si vas de hotel, aprovecha para hacer algo de bici, elíptica o cinta en el gimnasio (si tiene, claro). También puedes meter las zapatillas de correr y salir a hacer unos kilómetros o a caminar expresamente. Si te quedas en tu residencia de verano, aprovecha las horas de menos calor para salir a pasear, coger la bici o nadar si tienes agua en su versión artificial (léase piscina) o natural (léase mar o lago) cerca. Es una muy buena forma de ayudar a mantener a ese curioso michelín que quiere salir a ver el puente de Brooklyn.

*Vamos a ver… lo del buffet libre es una auténtica trampa, porque dependerá del hotel en el que estés… Yo me he visto en lugares donde la única fruta que había era en almíbar y los embutidos conglomerados de grasaza… Ante estas situaciones haz caso del punto 7 o busca algún establecimiento fuera del hotel (si te lo permite el presupuesto y el emplazamiento) donde desayunar. Si todos estos consejos resultan inútiles, ánimo majete, serán pocos días y pronto estarás de regreso en casa.
Bien, hasta aquí mis 10 recomendaciones para no engordar en verano (o al menos mantener la báscula en unos niveles aceptables). Hagáis lo que hagáis, disfrutad de las vacaciones, desconectad y cargad pilas para la vuelta. Ah! y si tenéis alguna idea que queráis compartir con el resto de lectores, utilizad los comentarios del post 🙂
Gracias por leer,

Etiqueta:alimentación saludable, dietas, salud, vacaciones, viajes
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4 Comentarios
gracias por los consejos sobre el temido buffet libre!! voy a estar siete dias de desenfreno gastronómico entiendase : “pulserita todo incluido a cascoporro” y ya sé como afrontarlo!! 😉
Feliz verano!!
Jajajajaja!!! Pues disfruta de las vacaciones y sé valiente Mary!!! Esa pulsera seguro que tiene un poder mayor que el Anillo Único y anula tu voluntad frente a la bandeja de pancakes y chocolate! De todas formas, es una semana… disfrútala que seguro que te la mereces! XDD Besets preciosa!! Raquel
Geniales recomendaciones! si que es verdad que las vacaciones fuera de casa incitan a volverse loco con la comida y acaba pasando factura… así que tomo nota!
Gracias Eva!!! ya me contarás si has podido resistir los cantos de sirena! ;P Besets! Raquel